Romper, saltar, despreciar, desoír, ignorar… y así un sinfín de verbos más de connotación negativa nos encontramos cada día ligados al protocolo. El último lo leía ayer mismo coincidiendo con la visita de Estado del Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, a nuestro país. El titular en cuestión fue: “Carlos Vives romperá con su música el protocolo de palacio”.
Los ajenos al sector os preguntaréis, ¿por qué la ANECA oficializó en 2010 los estudios universitarios en protocolo y organización de eventos si es una disciplina obsoleta que hasta los Reyes desobedecen? Sinceramente, razón no les faltaría a los que pensaran así a tenor de lo que publican los medios de comunicación.
He estado a uno y otro lado de la noticia, entiendo que un titular debe ser atractivo para captar la atención del lector, más aún en el momento de sobresaturación informativa que vivimos. Sin embargo, no por buscar impacto se puede desvirtuar la realidad.
Afortunadamente atrás han quedado ya los tiempos en los que el protocolo no era más que una regla ceremonial diplomática o palatina, hoy ha evolucionado hacia un concepto que engloba disciplinas como la comunicación, el derecho y el marketing. Los profesionales que nos dedicamos a esto no solo ordenamos autoridades, ya que con el Real Decreto 2099/83 sería bastante sencillo, sino que nos ocupamos de todos los detalles para que los invitados que asisten a un acto guarden un grato recuerdo. Coordinamos aspectos que van desde la elección del espacio y el formato que mejor se adecua al objetivo, a la música, pasando por el menú. Cuando todo sale según lo esperado nuestro trabajo pasa desapercibido, pero al más mínimo contratiempo uno se da cuenta del engranaje que esconde un evento.
El protocolo no es algo rígido, todo lo contrario, el buen hacer se demuestra cuando se adapta a cada situación concreta. Por ejemplo, las cenas de gala que se celebran con motivo de la visita de un jefe de Estado a nuestro país siguen un patrón similar: saludo a cada uno de los invitados (lo que antes llamábamos besamanos), discursos, brindis… siendo los detalles los que se deben adaptar en función de las características de los invitados. Así, es lógico que el pasado lunes en el Comedor de Gala del Palacio Real, la banda sinfónica de la Guardia Real combinara piezas españolas, entre ellas una de la Oreja de Van Gogh, con colombianas. También hubo un guiño a ambos países en la minuta, siendo el postre un chocolate con cafés de Colombia. ¿Se saltó el protocolo? No, rotundo. Tampoco lo rompió Carlos Vives al día siguiente en El Pardo al amenizar la velada con su pegadizo vallenato. No se salta ni se rompe porque todo está planificado, también los selfies que los Reyes se hacen a pie de calle a la entrada o salida de un acto.
¿Conseguiremos entre todos que protocolo no se use de forma peyorativa? Sería un gran paso.
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